Lectura: Mateo 5:38-48
… vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. —Mateo 5:45
¡Qué transformación! Después de golpearlas en la cabeza, la lluvia corrió por sus hojas, humedeció el suelo y resurgió a través de sus tallos, lo cual las fortaleció para que estuvieran erguidas.
Como prefiero la luz del sol, me molesta que la lluvia dañe las plantas que tengo afuera. A veces, me equivoco y considero que la lluvia es algo negativo. Pero los que han experimentado una sequía saben que es una bendición, ya que nutre la tierra para beneficiar tanto a los justos como a los injustos (Mateo 5:45).
Aun cuando las tormentas de la vida golpean con tanta intensidad que casi nos derrumbamos ante tal fuerza, la «lluvia» no es un enemigo. Nuestro Padre amoroso ha permitido que ocurra para fortalecernos. Él utiliza el agua que nos azota exteriormente para que maduremos por dentro y podamos pararnos firmes y fuertes.
—JAL